Hoy, 15 de septiembre, un día después de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, celebramos la Solemnidad de la Bienaventurada Virgen María de los Dolores. La sucesión de ambas efemérides es una invitación a meditar en torno al misterio del dolor que unió las vidas de Jesús y María para redención del género humano. Meditar en los dolores de la Madre nos ayuda a comprender mejor los dolores de Cristo, a acercarnos a su Santísimo Corazón, y a dejarnos transformar por el amor de sacrificio.

La devoción a la Virgen de los Dolores, también conocida como la Virgen de la Amargura, la Virgen de la Piedad o, simplemente, la Dolorosa; viene desde antiguo. Puede remontarse hasta los orígenes de la Iglesia, cada vez que los cristianos recordaban los dolores de Cristo, siempre asociados a los de su Madre María. Sin embargo, la advocación a Nuestra Señora de los Dolores (Mater Dolorosa) cobra forma e impulso recién a partir de finales del siglo XI.

Recemos a nuestra Bendita Madre del Rocío para que seamos capaces de acompañarle en su dolor y alivie con su ternura los nuestros.

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